jueves, 22 de diciembre de 2011

Internet, salud y retórica

Se aprovecha el tema de los mensajes que circulan en Internet y su credibilidad, con el propósto velado de “arrimar algunas brasas a nuestras sardinas,” en este caso, para una de las facetas del texto y sardina de la instrucción: la fuerza del discurso o estilo retórico.
Por alguna razón, se tiende a aceptar las recomendaciones que llegan por Internet, enviado de buena fe por gente amiga. Me llamó la atención un mensaje sobre las extraordinarias propiedades atribuidas a la combinación de limón con bicarbonato en la recuperación de pacientes que padecen cáncer (http://www.citun.com/articulov3.aspx?id=325), planteada incluso como superior a la quimioterapia. Resultó  provenir de un peculiar “centro integral de terapia universal.”
Pasamos la información a un entrañable amigo, quien esta venciendo uno y ha padecido los rigores de la quimioterapia y hoy, mientras progresa poco a poco con sus recaidas, viaja, toma vacaciones, escribe y ha empezado de nuevo a trabajar A vecs luce radiante. Su hija, médico, quien reside en Nueva York, comentó el mensaje y mi amigo me la remitió.  Refleja claramente su posición desde la ciencia. Un estilo retórico propio de los textos científicos, cuya esencia es la refutación, muy a lo Popper, echando por tierra los planteamientos sobre las supuestas virtudes del limon y el bicarbonato. 
Esto me recordó mi primer contacto con estas facetas del texto fue a través de un artículo de Brewer (1980), quien propuso una clasificación de los tipos de texto, o discurso escrito (ver abajo). Fue parte del proceso de vinculación de la psicología con la lingüística, iniciado en 1975 por Bonnie Meyer (Organization of Prose and its effects on memory), proceso interdisciplinario que alcanzaría su pináculo con el trabajo conjunto de Teun van Dijk--lingüista--y Walter Kintsch--psicólogo--iniciado en 1975 que condujo a la propuesta en 1978 de un modelo, ahora clásico, de comprensión de la lectura y la generación de textos (Toward a model of text comprensión and production. Psychological Review, 85, 363-394).
                Lo interesante de la propuesta de Brewer--que se anexa al final--es que, por una parte, presenta la noción de estructuras subyacentes al discurso la cual, felizmente, corresponde en lo esencial a los formatos Topográfico, Secuencial y Condicional de las Estructuras de conocimientos, noción concebida dentro del postgrado,  sin haber estado al tanto, para entonces, de su trabajo.
                Por otra parte, Brewer introduce como componente de su análisis la noción de fuerza del discurso, para reflejar el enfoque de la retórica. Propuso cuatro tipos de textos o diálogos: información, entretenimiento, persuasión y estético literario, que se traslapan con categorías de otros autores, por ejemplo, la de Resnick y  Resnick (1989), relacionadas con las “formas de leer y de escribir.” Ellos incluyen el texto religioso, que no puede discutirse, el científico, y el familiar o de intimidad personal. Este conjunto de categorías correspondería a lo que van Dijk (1980) ha denominado superestructuras del texto.
             Aunque no suele considerarse, la instrucción puede ser incluida dentro de esta gama de tipos retóricos de texto. El propósito de la instrucción y como texto retórico, evidentemmente,  es facilitar el aprendizaje, abriendo diálogos, sincrónicos o asincrónicos con el alumno, combinado diferentes tipos de estrategias y recursos para garantizar su participación activa.
               Pero volviendo al asunto inicial de la respuesta de Mariela, la cual tipifica obviamente, la retórica de un texto propio de la postura científica, caracterizado por ser asimismo refutable, desechando el mensaje anterio que le enviaron. Esto es la base de la posicion científica.


           

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